MÚSICOS-HORMIGAS
Si lanzar una
convocatoria de repente parecería lanzar una botella en altamar, que haya
respuesta, resulta formidable. Que en un cartel aparezcan 18 propuestas
frescas, nuevas, desconocidas, inéditas, pero ruidosas y poderosas (además de
los que llegaron y se sumaron a echar palomazo; lástima por los que faltaron.
Se lo perdieron.), fue como levantar una piedra y en vez de encontrar
escarabajos, arañas, hormigas… descubrimos músicos (¿o eran músicos-hormigas?).
Recordar el trabajo minúsculo en apariencia pero constante y grandioso que
hacen estos insectos. Es una lástima no hayan participado mujeres, seguramente
las hay. Nos gustará verlas en la siguiente edición. Las buscaremos. Quizá sea
necesario levantar otra piedra. Las que sean necesarias.
Si cada uno de
nosotros conoce un compa que le gusta gritar y tocar la lira, o la bandita que
se inicia en el quehacer musical de cualquier género, no pasa más allá de
quienes ejecutan covers, lo clásico, las rolas del momento; pero localizar a
aquellos que extienden su venia hacia la parte creativa, ya hay mucho que
decir. Eso es lo relevante. Pero hagámoslo más complicado todavía: detectar a
aquellos que sean de Valle de Chalco (en el oriente de Estado de México), o de
cualquier lugar donde se precie de no contar con una cultura musical propia,
aún más, de aquellos que nos cuenten historias cercanas a su realidad, a su
sentir, de su visión de las cosas sobre el amor, el dolor, de las calles,
contra el poder, su poética, las batallas, las aventuras; irreverentes,
divertidas, tiernas, jocosas, entre otras posturas y estilos, lo hace más
loable todavía. Y aquí se suma aquella naturaleza propia —inherente— de los juglares, los trovadores del medioevo, transportados,
transpolados a un contexto más actual,
más específico, delineado. Porque ser músico y cantante, resulta una completa
aventura, una odisea. Y de entrada eso es ya subversivo de alguna manera. Más
todavía, que destaquen. Tenemos a El Rolas (él ya es otra onda). Pero en el
inicio de este camino “largo y sinuoso”, dirían Los Beatles, nadie vive de la música. Si se quiere ser
músico, se tiene que forjar a punta de ires y venires trasnochados, de ser
trashumante, un poco nómada. Ya no digamos ser rico y famoso. Eso ya es otra
cosa. Otro boleto. El medio es competido y descarnado, carnalitos.
De eso se trató este
momento. De reunirlos. Y compartir. Y como decíamos, no están todos los que son
ni son todos los que están, pero las ocho horas de música plena, diversa,
original, el pasado sábado en el Café the Arte de Valle de Chalco —centro de
operaciones del Colectivo Xictli—, fue alucinante. De poca madre. Lo
interesante también fue observarles y comenzar a tejer redes, acordes entre
ellos mismos, acompañarse en las improvisaciones, bromear.
Varios de los que
integraron el cartel abordan las calles y el transporte público para ofrecer su
música, a desarrollar sus propios proyectos, y a su manera, son personajes,
representantes de la cultura popular. Estampas y sonidos de nuestra ciudad, del
paisaje urbano en la zona metropolitana. Si los escucharon no les pierdan la
pista, si no los oyeron, estén al pendiente de sus próximos eventos donde les
toque encontrárselos. Alguno o algunos seguramente descollarán más allá de sus
propias fronteras. No le dejemos la respuesta a la suerte, que sean sus propios
pasos los que nos confirmen su atrevimiento, su aparición. O lo que puedan
construir con sus acordes y voces. Un proyecto que irá completándose en su
justa dimensión y procesos. Calidad hay. La neta.
O como dice ese cuento
zapatista, que tanto las hormigas como los elefantes son incomprendidas, y
tanto el arte como la resistencia se combinan. “Decía Julio Cortázar que decía
Marcel Duchamp que los elefantes son contagiosos, y decía Julio que él agregaría
que las revoluciones también son contagiosas.
Y las hormigas, Julio.
Basta ir a mi cuartel donde, con paciencia y dedicación, se han instalado en
las paredes, el suelo y hasta en el techo. Eso sí, faltará el alimento, pero
hormigas tenemos para rato o, más bien, ellas nos tienen a nosotros, y la
convivencia pacífica es nuestra garantía de supervivencia. Los elefantes, está
claro, confirman una vez más que la naturaleza imita al arte y esa pesada
asimetría lo reconcilia a uno consigo mismo”.
Será que yo (un músico
frustrado), me corroe la envidia —de la buena—, y que a veces me animo a cantar
quedito, en solitario, ya no digamos en la regadera —y algún día me atreva a
vencer el miedo al ridículo—, lo único que me queda es garrapatear estas líneas
del 1er Encuentro de Cantautores, Roleros, Trovadores, Intérpretes,
Cancionistas… Y otra gama de Gritantes… Chingón. A ver quién es el valiente que
se atreve a apostar por ellos. Tiempo al tiempo.
Eso hay que
celebrarlo.
Salud, Hormigas.
Juan Galindo
Colectivo Xictli
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